LA MISTERIOSA PIEDRA DE LA CATEDRAL, ORIGEN DEL DEMONIO OCULTO.

Esta historia nos sumerge en el año 1539, en una gélida tarde de febrero, a las tres en punto, en la Plaza de las Pasiegas de Granada. En ese escenario, encontramos a un aprendiz de escultor ansioso por conseguir empleo en las obras de la majestuosa catedral en construcción. Con determinación, se acercó a los curtidos albañiles y preguntó por el director de las obras, hasta que sus pasos lo llevaron ante el arquitecto constructor Diego de Siloé.

Diego de Siloé, tal vez con un humor algo arisco, decidió deshacerse de él de manera peculiar y le encargó esculpir lo que quisiera en un bloque de piedra. Ante esta oferta inesperada, el aprendiz inquirió nuevamente sobre el objeto de su tarea. La respuesta de Siloé, lanzada con malhumor, fue simple pero inusual: «¡Lo que sea. Un demonio!». Y así comenzó la labor del recién llegado.

Cuando finalmente la obra estuvo terminada, Diego de Siloé quedó pasmado por la sorprendente calidad del trabajo realizado por el aprendiz. Impresionado, cumplió su promesa y colocó la piedra esculpida en un lugar destacado de la Catedral.

Sin embargo, antes de hacerlo, Siloé decidió añadir su propia contribución artística en el reverso del mismo bloque de piedra. Creó la figura de un Ecce Homo, rodeado de elementos ornamentales, como bichas y flameros. Hoy en día, aunque la piedra ha sufrido el paso de los siglos y se encuentra deteriorada, sigue en pie sobre el dintel de la Puerta de los Colegios, conocida también como la Puerta del Ecce Homo, en la cabecera de la catedral. Esta entrada se accede a través de la Gran Vía, y lleva el nombre del talentoso Diego de Siloé, quien dejó su huella en la historia de la catedral de Granada.

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